El 4 de agosto de 2020, el 40% de la ciudad de Beirut fue destruida en tan solo un par de segundos. Un instante fue suficiente para determinar el trágico destino del tejido urbano y social de la capital libanesa y su patrimonio arquitectónico. Años y años de bienes culturales acumulados cayeron instantáneamente en la desgracia, causando un daño material más grave que la infame guerra civil que azotó al país durante 15 años –entre 1975 y 1990-. Unos pocos segundos han sido suficientes para borrar el pasado y el presente y desdibujar las futuras aspiraciones de la ciudad.
Azotada justo en su rico centro cultural, la explosión del puerto repercutió sobre toda la región noreste de la capital libanesa, hiriendo gravemente los barrios de Mdawar, Rmeil, Gemmayze, Achrafieh, Mar Mkhayel, Karantina y Geitawi. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 200.000 viviendas se vieron afectadas por las explosiones y se estima que 40.000 edificios resultaron dañados, de los cuales 3.000 sufrieron daños graves.
Las ciudades, objeto de disputa y poder, son una mera representación de los intereses sociales y políticos de sus habitantes y gobiernos. Como consecuencia de su situación geográfica, la ciudad portuaria de Beirut, cuyo crecimiento se incrementó a partir del siglo XIX, se convirtió en un punto de articulación entre el este y el oeste y en un importante centro de tránsito, quedando la capital estructurada como un verdadero nodo de conexiones. Hoy, todas estas cualidades parecen haber sido borradas y la ciudad ha quedado despojada de sus elementos, sus habitantes y su sentido. Continúe leyendo para descubrir, a través de una serie de fotografías exclusivas de Rami Rizk, cómo se encuentra Beirut tras la explosión, cuáles han sido sus secuelas y cómo será el camino hacia la recuperación.
Daños físicos
El tejido urbano de la ciudad se presentaba como una composición "híbrida" de casas de diversas épicas: residencias que databan de finales del período otomano, casas de la época del Mandato Francés, viviendas con adaptaciones modernas y adiciones occidentales importadas y construcciones contemporáneas. Según los informes más recientes, la explosión dañó 730 edificios históricos construidos entre 1860 y 1930, de los cuales 331 se encuentran en estado de destrucción total. El palacio Sursock, por ejemplo, una de las joyas arquitectónicas de la ciudad -construido en 1860 por Moussa Sursock-, se encuentra completamente destruido. El museo Sursock, por otro lado, un edificio que requirió de 20 años para ser completamente restaurado tras la guerra civil, también sufrió una destrucción parcial. Otros edificios que actualmente se encuentran en peligro por los daños que han recibido son la casa Ward y la famosa sede de “Electricité du Liban”. Además, otros 3000 edificios que no se encontraban clasificados o etiquetados como patrimonio cultural pero que aun así eran considerados de gran valor por ser elementos fundamentales del tejido, corren el riesgo de derrumbarse.
Los daños materiales fueron reportados dentro de un radio de 20 km desde el epicentro de la explosión. Las estructuras contemporáneas construidas durante los últimos años por arquitectos locales e internacionales como Bernard Khoury, Lina Ghtomeh, y Nabil Gholam, perdieron todos sus cerramientos, tanto los elementos de vidrio como los de madera, metal y aluminio, generando incluso grietas en las paredes macizas. En las cercanías del epicentro, los silos portuarios construidos para el almacenaje de trigo -estructuras de 50 metros de altura materializadas en hormigón armado- evitaron parte de las destrucciones al proteger el sector sur de la ciudad. Según los expertos, esta maravilla estructural inaugurada en 1971, logró absorber parte de las ondas expansivas y disminuir los daños. Según el Banco Mundial, la explosión de Beirut causó hasta 4.600 millones de dólares en daños a los activos físicos y las infraestructuras urbanas.
Una Gobernanza urbana impulsada por los ciudadanos
Se dice que tenemos la ciudad que merecemos, por lo que es importante tomar siempre una posición y luchar por el futuro que aspiramos a tener y por los cambios que queremos ver en el mundo. En ausencia de instituciones gubernamentales adecuadas y con tanto en juego, para Beirut fue esencial reflexionar sobre quiénes serían los encargados de supervisar los planes de reconstrucción luego del desastre. Inconscientemente o, mejor aún, por la fuerza de la costumbre, la comunidad se movilizó con todos sus esfuerzos y tomó el asunto en sus propias manos. Las iniciativas individuales, las ONG y las organizaciones o, en otras palabras, toda la sociedad civil en conjunto, fue aquí la fuerza motriz para dar inicio a un nuevo tipo de gobierno e impulsar un movimiento de reconstrucción planificado. ¿Puede la gente construir una ciudad por sí misma? Aunque esto aún está por verse, es una realidad que alrededor de todo el mundo, cada vez con mayor frecuencia, los gobiernos están incluyendo enfoques más participativos y centrados en los deseos de los ciudadanos.
Lecciones del pasado
Una gran parte de la comunidad creativa y académica considera que la reconstrucción realizada en el centro de la ciudad luego de la guerra civil -llevada a cabo en los años 90 por magnates de la industria inmobiliaria-, había erradicado completamente la esencia histórica del tejido urbano y social existente. La expropiación y la privatización del área creó una ciudad vacía y aislada. De hecho, en la historia libanesa, no fue la primera vez que se utilizó un enfoque basado en la especulación. Con la llegada del Mandato Francés en los años 20, los primeros esfuerzos de reconstrucción fueron muy similares conceptualmente, expropiándose terrenos para construir la infraestructura necesaria para reactivar el centro semidestruido. Para evitar caer en los mismos errores del pasado, en una carrera contra el tiempo, los activistas se encuentran luchando para lograr imponer una nueva perspectiva que respete la historia y recupere las casas en las que los ciudadanos nacieron y se criaron, en las que construyeron sus vidas.
Salvar el patrimonio cultural
Hablando de reconstrucción, a nivel técnico, todos los edificios patrimoniales podrían ser restaurados. Sin embargo, el verdadero debate está relacionado con los costos reales que implicarían dichas obras de restauración. Algunos temen que se produzca un cambio demográfico y gran parte de la comunidad decida desplazarse, o peor aún, que promotores inmobiliarios, aprovechando la angustia y la vulnerabilidad de los residentes, adquieran indiscriminadamente un gran número de propiedades a un bajo costo. Para evitar esto, una gran cantidad de voluntarios se encuentran trabajando en la zona para tratar de salvaguardar algunos edificios en peligro, utilizando apoyos temporales y luchando diariamente para mantener a la gente segura en sus hogares.
No obstante, la reconstrucción de la ciudad implicaría no sólo la rehabilitación de edificios clasificados como patrimoniales, sino también de tejidos urbanos enteros. Como el daño fue tan grande, deberán establecerse normas especiales para asegurar la transferencia de los derechos de desarrollo a otras zonas, compensando a los propietarios y evitando la destrucción del patrimonio. En otras palabras, como hoy en día la ley permite edificar una superficie mucho mayor en esas parcelas, en lugar de sustituir estas antiguas estructuras de gran valor por torres, los propietarios podrían vender sus derechos de urbanización para ser absorbidos por otras zonas que necesiten densificación.
Por otro lado, la UNESCO también esta colaborando en la protección patrimonial y recientemente ha lanzado un fondo de recuperación para la cultura, el patrimonio y la educaciónd e Beirut, con el fin de proteger el centro histórico y evitar la especulación inmobiliaria. Se informa que se necesitarán reunir 500.000.000 de dólares en el próximo año para apoyar el patrimonio y la economía creativa.
Beirut y la memoria colectiva
Cansados de romantizar la noción de resiliencia, la pregunta que atormenta a los libaneses gira en torno a un futuro desconocido e inimaginable. ¿Cuánto puede soportar una población antes de llegar a su punto de quiebre? La destrucción de la capital no se limita a las pérdidas físicas, sino que las dos explosiones golpearon hasta la médula a la sociedad, haciendo temblar la ideología de Beirut y destrozando todo lo que su cultura representaba. Como un faro de esperanza, la ciudad siempre ha sido la personificación del optimismo y la inspiración para todos sus habitantes y para toda la diáspora libanesa, que anhela regresar a su pueblo. Sin embargo, la Beirut de hoy no es la Beirut de ayer, y la memoria colectiva de la ciudad está en grave peligro.
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